lunes, 26 de marzo de 2018

"Doble llave al sepulcro del Cid" : Joaquín Costa


España, perdón, las élites caciquiles que la vienen sojuzgando y explotando desde hace 300 años, nunca se distinguió por su clarividencia. Primero, fueron las Cortes de Cádiz en 1812, las que quisieron dar a los territorios de América ( de ultramar) el estatuto de nación española, como una provincia más. Tarde se les ocurrió, a pesar de las advertencias del ilustrado Conde Aranda ( un buen aragonés) hechas casi un siglo antes, buscando una fórmula parecida a la Commonwealt. La casta borbónica que nos gobernaba  entonces puso en un cajón bien profundo la idea, y siguió con  su habitual ceguera, intransigencia y pereza. Como si oyera llover.

Sin haber aprendido nada y después de haber perdido todas las colonias, menos Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Les llegó el turno a estas. La primera guerra cubana de independencia transcurrió entre el 1868 y 1878.  La perdieron los independentistas, pero dejó amargo sabor, pues la autoridad real ni se dignó a prohibir la esclavitud en la isla ; y así las cosas, hasta se intentó "españolizar "a Cuba (  ¿ les suena de algo?), promoviendo la llegada de peninsulares. Poco después, ante tan "inteligentes" medidas, las brasas rebotaron, naturalmente, y se desencadenó la segunda insurrección, conocida como la "Guerra chiquita" entre 1879 y 1880. Nuevamente los insurrectos fracasaron.

Y a la tercera fue la vencida. La guerra afloró de nuevo en 1895 y eso nos condujo al desastre de 1898: se perdieron Cuba y Filipinas, Guam, Puerto Rico y las islas Marianas. Esta vez España recurrió en lugar del diálogo- como siempre debiera haber hecho- al carnicero general Weiler, creando verdaderos campos de concentración con la población rural de la isla para aislar a los insurrectos. Sólo cuando la vieron perdida, alguien y con desgana , propuso un régimen de autogobierno para la isla en 1897. Pero ya fue tarde.

En estos días, se les ve muy felices con los autos de prisión  del juez Pablo LLarena, reinterpretanto el delito de rebelión hasta la ficción jurídica, retorciendo el Código penal, y las normas más elementales del derecho para frenar la insurrección pacífica en Cataluña. Pueden vencer- no digo que no-  a base de meter cada vez más catalanes en la cárcel. Pero no convencen, ni convencerán a nadie, al menos fuera de nuestras fronteras, y menos a los catalanes.  Y me refiero a las sociedades de nuestro entorno, no a los estados. 

El mal- fruto de la ineptitud, falta de inteligencia e intransigencia a los Weiler- ya esta hecho ;  pues en la memoria de los catalanes quedará el 1 de octubre y el apaleamiento de una parte importante de ese pueblo, las bandas fascistas que han asolado Cataluña, la insolidaridad y oportunismo de la izquierda en el resto de España con el movimiento catalán, los presos políticos- más los que vendrán-, y un buen día cuando la economía española de juguete, caciquil y oligárquica - al servicio de no más de 300 o 400 familias entre funcionarios de alto copete y empresas tramposas del Ibex 35- quiebre definitivamente, Cataluña se nos irá definitivamente  ; y los españoles nos quedaremos con la charanga y  la pandereta, las procesiones de nazarenos y los toros. Y ya que llega la Semana santa, quiero proclamar mi más profundo respeto por el Cristianismo. Mal favor le están haciendo a la doctrina de Jesús, todas las tamborradas que inundan mi región.

"Siete llaves ( o doble llave, según algunos autores) al sepulcro del Cid", como proclamara Joaquín Costa, un preclaro aragonés y montisonense.

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