Me comunican el deceso de mi amigo Ernesto. Sabía que estaba enfermo pero nunca me imaginé que su dolencia pudiera evolucionar tan rápido, de forma tan agresiva.
Se nos ha ido un hombre bueno, sencillo, honesto fuera de toda duda y sobre todo tenaz y trabajador. En Ernesto siempre admiré su capacidad de trabajo y su eficacia. Podías dormir tranquilo si cualquier tarea entraba dentro de sus competencias. Sin pausa, con minuciosidad y perseverancia el buen fin de la operación estaba garantizado.
Cuando fui alcalde e Monzón en el periodo de 1983 a 1987 Ernesto formó parte del equipo municipal socialista como concejal, cargo que compaginó con su desempeño como senador durante dos legislaturas. En la última de ellas, al dejar un servidor la política profesional, me sustituyó como alcalde de la ciudad.
Muchas de las cosas que entonces se consiguieron para la ciudad ( el destino de cualquier alcalde es el de pedigüeño) durante mi mandato como primer edil se las debemos a Ernesto. Él siempre me apoyó con todo tipo de gestiones en la villa y corte ante los poderes centrales, como igual hizo también ante las esferas autonómicas y provinciales.
Y sobre todo, en los momentos difíciles y les puedo asegurar que los hubo ( eran tiempos de tomar decisiones y no de evaluar lo populares, electorales o molestas que pudieran resultar) siempre estuvo a mi lado con total lealtad y arriesgando, algo que ahora mismo ha dejado de estar de moda.
Ambos formamos parte de aquel PSOE de finales de los año setenta del pasado siglo. Recuerdo con cariño a la que entonces fue la agrupación local de Monzón, mayoritariamente de origen obrero, y sus encendidos debates. En aquellos días había ideología y conciencia social, como la que tuvo Ernesto hasta el final.
Siempre consideré a Ernesto un socialista clásico, preocupado por las suerte de los trabajadores y las capas sociales más humildes. En todas sus decisiones siempre los tuvo presentes. Durante su desempeño como alcalde de Monzón, durante dos mandatos, luchó por su ciudad hasta el agotamiento y siempre tuvo presente los principios que inspiraron su vida.
Dos cosas más quisiera destacar en esta breve glosa. La primera el enorme esfuerzo que siempre empleó en el diálogo para la consecución de sus objetivos políticos al frente de sus responsabilidades institucionales ; y la segunda, el amor por su tierra, por Aragón, de la que era un buen conocedor de su historia.
En este sentido, Ernesto fue un hombre que siempre miró más hacia el Este que al Oeste y siempre se consideró en sus propias palabras un español periférico. Podría decirse que se enorgullecía de la historia de nuestra Corona de Aragón y las virtudes plurinacionales de aquel estado. En más de alguna de nuestras conversaciones, hubimos de especular de cuál habría sido nuestro destino como pueblo de haber sido otro el resultado del Compromiso de Caspe, sin la entronización de la dinastía castellana en nuestras tierras. Ambos consideramos siempre aquel Compromiso como una fracaso para los aragoneses.
Ya fuera de la política ambos me seguí viendo con Ernesto y compartiendo muy buenos momentos con él y con algún que otro viejo socialista de la primera agrupación local del PSOE de Monzón en la democracia. Me viene a la mente lo que le habrá dolido la muerte de Ernesto a David Pérez Baquedano.
Descansa en paz Ernesto y que la tierra te sea leve.
Mil gracias por este bonito recuerdo
ResponderEliminarMuchas gracias por tus sentidas y hermosas palabras hacia mi hermano. El se habría ruborizado. No era nada vanidoso. Gracias de nuevo y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarJosé Luís Baringo