domingo, 1 de septiembre de 2024

Camino de una catástrofe espiritual

A las puertas quizá de una III  Guerra Mundial, cualquier observador puede darse cuenta como todo en Occidente ( Europa y Estados Unidos) se desmorona. Nuestra civilización nació en su día de la Filosofía griega y el Derecho romano, hasta que  fueron complementados por el Cristianismo, la Escolástica y una idea trascendente de la vida. Más tarde apareció el Renacimiento y después el Racionalismo, y a partir de ahí hasta la Ilustración  y una nueva ética presidida por Igualdad, la Legalidad y la Fraternidad. Se trataba de una nueva religión, esta vez laica, que pretendía acabar  con el trono y el altar y las arbitrariedades en que había incurrido el poder absoluto.  Posteriormente con la degeneración protestante,  del mercantilismo se pasó al capitalismo y el Idealismo, como doctrina que fue interpretando la realidad a través de diversos autores en base al yo, el sujeto  y sus intereses. El socialismo fue un paréntesis que detuvo temporalmente, hasta su caída, la degeneración del individualismo, el egoísmo y la modernidad.  Actualmente hemos pasado con la  la posmodernidad, al relativismo moral, el consumo y la doctrina del deseo completo : según estas doctrinas, la verdad no existe,  la realidad es todo lo que uno quiere o desea y el fin mas importante por encima de todos es la ganancia y acumulación de capital, a costa de quien sea y como sea. Ni hay ética, ni moral, ni principios, pero tampoco se ha dotado al hombre en nuestras sociedades  de sus necesidades sociales más perentorias, como por ejemplo la vivienda, convertida simplemente en terreno de especuladores y objeto del comercio.

El hombre, en nuestras sociedades occidentales, con muy pocas excepciones,  se halla  vacío de espíritu, principios y trascendencia y  el poco bienestar material que se le ofrece en forma de salario y vivienda ( una habitación en alquiler en las grandes ciudades ronda los 300/400 euros y un piso los 1.200/500) está obligando a la juventud -la nueva clase  social condenada- a huir de sí misma, escapando de una realidad que le impide formar una familia, tener hijos y adoptar un credo que no sea algo más allá que el más puro consumo de bienes a bajo coste.

Hoy en día, en nuestro país, se ve a la juventud, acelerada en su patinete, asistiendo a conciertos musico- comerciales, de muy baja calidad, promocionados por el poder para alienarla aún más, y viajando constantemente de un lado a otro, sin reparar en lo que visita, ni asimilar  la cultura que pisa. Es  como si esta juventud, en su desespero y falta de porvenir, estuviera huyendo de sí misma en un eterno viaje a ninguna parte. Lo importante para ella seria más que el conocer y llegar a cualquier sitio, el hecho mismo de viajar y tomar unas fotos.

Basta hablar con los jóvenes para saber cómo la mayoría de ellos ya no esperan  que el estado  les vaya a garantizar pensión alguna en un futuro, al igual que en la actualidad, en el presente, los ha expulsado de una vivienda digna y un salario decente. En estas condiciones lo jóvenes te dicen abiertamente que no quieren tener hijos, y así la demografía desciende de forma alarmante, sin ninguna protección social a la familia por parte del estado.

Pasear por la calles hoy es casi llorar. Una mayoría de mujeres en estado fértil y núbil,  se la ve paseando perros. Nunca hubo tanto animal doméstico y  las clínicas veterinarias  abundaron tanto en las ciudades.

Por otro lado, los credos del hombre, religiosos o laicos, inspirados en la solidaridad, la ética o la trascendencia, retroceden a pasos agigantados, sustituidos por la doctrinas woke y de género. La guerra  de sexos ha hecho su aparición, empoderamiento de las mujeres le llaman veces, y a la escuela se han llevado doctrinas contrarias  a los principios científicos sobre el sexo y la naturaleza humana. Todo se residencia en las sociedad modernas y degeneradas en la sacrosanta autodeterminación y voluntad individual de cada sujeto.

Son varios los autores que tienen diagnosticado que  Occidente, y en especial Europa,  van a camino de una catástrofe espiritual. Parece como si el hombre que nada o poco tiene, ya se negara a reproducirse y participar de unos valores colectivos de la índole que fueran.

No es extraño que en este contexto, las enfermedades y trastornos psiquiátricos haya hecho su parición de una forma desbordante. Fácilmente, y los dicen los profesionales, en estos últimos 50 o 60 años, este tipo de dolencias se han multiplicado por cuatro o cinco veces frente a los otrora escasos trastornos psiquiátricos.

Para acabarla de arreglar en España los vendedores de humo y de eso que de forma rimbombante llaman estado de derecho, no tienen garantizado a sus nacionales las terapias psicológicas, salvo eso sí, el tratamiento farmacológico, en interés por supuesto de la industria farmacéutica.

La enfermedad  moral y espiritual  hasta aquí descrita se sitúa en el llamado mundo occidental, donde su crisis galopante coincide además, con la mediocridad e inmoralidad extrema de la clase  y élites que lo gobiernan.

El resto del mundo no comparte por ahora esta degeneración y decadencia. Hablo de África, gran parte del Este de Europa, América Latina , el mundo árabe y el oriental.  Como sucediera en el imperio romano los llamados  bárbaros, no solo están ya  a las puertas del imperio sino que ya han penetrado en él y con sus distintos valores cumplen de sobras con la función natural a la especie  como es la de procrear.




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