A uno le han contado en su vida tantas mentiras que ya he perdido la cuenta. La más hilarante y paradójica de todas ellas resultó ser cuando en nuestra infancia en la década de 1950 del pasado siglo, trascurrida en colegios religiosos, se nos adoctrinaba con mensajes y consignas en el sentido de que el Comunismo era el principal enemigo de la familia que intentaba sustraer la autoridad de los padres para entregársela al Estado. Y no sólo eso, sino que también la ideología materialista frente a la concepción idealista de la vida, pretendía acabar y suprimir a la Iglesia como expresión de un credo espiritual.
Pues bien, veamos lo que sucede ahora mismo, en los años que corren. Al margen de que la libertad de culto nunca estuvo suprimida en los países comunistas ( tampoco lo está ahora, en Corea del Norte o Cuba, por ejemplo), otra cosa fuera la laicidad de esos estados, la Iglesia católica actualmente está descubriendo con horror como su principal enemigo, un tiempo aliado, está siendo el liberalismo económico y la democracia liberal.
Efectivamente colocar al Yo por encima de todas las cosas, junto al hedonismo y el embrutecimiento cultural como sucede en nuestros días, haciendo del hombre exclusivamente un objeto de deseos consumistas, vacío, egoísta e insolidario, le ha apartado de cualquier código moral laico o religioso sumergiéndolo en el relativismo posmoderno.
Quién se acuerda ya de los ideales laicos de la libertad, la igualdad y la fraternidad, hoy sustituidos por el hombre económico y los derechos de los consumidores
Las consecuencias de todo ello están siendo desastrosas en todos los sentidos, y en el religioso, basta ver las Iglesias vacías, apenas visitadas por las gentes de edad, es decir, sin relevo de ningún tipo.
Aún va a resultar que la desparecida URSS no fue como se nos decía el mayor enemigo de la Iglesia, y Juan Pablo II, más polaco que católico, llegó a ser el último intoxicador, o si se quiere decir más suavemente, el mas errado de todos los papas en su diagnostico para preservar a la Iglesia. Enemigos y cismas tuvo la Iglesia durante más de 2000 años, y a todos ellos sobrevivió. Pero me da la sensación que su último aliado, el neoliberalismo, la ha destrozado desde dentro y le va a ser muy difícil sobrevivir.
Lo mismo sucede con la familia. El comunismo nunca fue enemigo de la misma, más bien la protegió en todos los órdenes, al menos el comunismo hasta Stalin, quien mantuvo a partir de los años 1940 unas excelentes relaciones con la Iglesia Ortodoxa. Podría decirse que el comunismo, no el eurocomunismo y otras deviaciones de la doctrina clásica, siempre fue un defensor en lo moral de los valores tradicionales, cultivando a través del arte y la escuela la belleza, el buen gusto y el lado colaborativo y social del ser humano para con sus semejantes. Nunca el Quijote como libro y sus enseñanzas fueron tan divulgadas como en la URSS de Stalin, todo lo contrario de lo sucedido con la dictadura en Chile de Pinochet, paradigma del neoliberalismo, donde llegó a prohibirse la obra de Miguel de Cervantes.
Hoy señores, quien está poniendo en peligro a la familia es el neoliberalismo y su ultima versión globalista, gracias a las doctrinas de género ( nada científicas por otra parte) y las políticas de identidad expandidas urbi et orbe por el partido demócrata de los Estados Unidos, herramienta de oligarcas globalistas. Comprueben como en nuestro país en lo más recientes proyectos de ley se rebajan la edades para decidir un aborto o someterse a un cambio de sexo.
Son las mismas doctrinas que pretenden eliminar el sentido de pertenencia cultural del ser humano a su patria, familia, pueblo o nacionalidad.
A los poderes globalistas les interesa un hombre desligado de cualquier referencia, sólo y cretinizado. El modelo ideal para hacer de todos nosotros un ejercito de esclavos en nombre de la libertad,
Feliz Navidad
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