Queda muy bonito definirse de izquierdas, o progresista ( nunca supe qué era esto realmente). Pero el tiempo y la realidad pone a cada uno en su sitio. Existen líneas rojas y en cada devenir histórico el análisis de lo que sucede en el mundo las proporciona. Al igual que ocurrió en su día con la República española, nuestra guerra civil y la dictadura que la siguió. O se estaba con unos o con los otros.
En este momento existen dos lugares en el mundo donde se libra la eterna la batalla entre el capital y el trabajo, entre el Estado entendido como herramienta al servicio de las mayorías o de las oligarquías que lo ocupan en su propio beneficio, entre el derecho de los pueblos a su soberanía o el poder imperial que los hace títeres de sus intereses, entre el hombre limitado a una mercancía más o entre su derecho a su propia cultura y dignidad que pasa por la defensa de en sus inalienables derechos, sobre todo los sociales. Estos lugares o rayas rojas se llaman hoy Siria y Venezuela.
Todos aquellos partidos que callan, asienten o lanzan evasivas, ante la evidente agresión de los de siempre a estas dos soberanas repúblicas, y sus pueblos, pueden calificarse o autodefinirse de lo que quieran. Pero no son de izquierdas. Venden humo y sólo palabras en busca de las bien remuneradas poltronas que generosamente les facilita la Ley electoral española y sus subvenciones.
Evoco los versos de Gabriel Celaya:
Maldigo la poesía, concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
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