viernes, 5 de enero de 2018

El pesebre de Junqueras y su prisión preventiva ratificada

Junqueras, ya se le ve, es un católico santurrón. Un pacifista que asiste a misa de 12 los domingos, cree en las tradiciones de la Navidad, y es un admirador de Gandhi y  Luther King. Pero como todo ser humano, como todo creyente, se merece un respeto. Acabo de leer que el regalo en forma de pequeño pesebre, que un catalán llamado Antonio Bargalló, le había enviado a la prisión de Estremera con motivo de la Navidad, le ha sido devuelto por la autoridad penitenciaria. No sé lo que dice el reglamento al respecto, pero lo que resulta significativo es que el regalo haya retornado a su remitente con gran parte de sus figuras ( árboles y pequeño sistema eléctrico) rotas,y, para que no quepa duda de la autoría del daño, con la leyenda de " Viva España".

Y dicen que vivimos en un estado de derecho. La venganza, falta de garantías o el maltrato, que yo sepa no debe formar parte de ningún ordenamiento jurídico.  El pesebre ha sido un episodio más. Como cuando fue citado con 24 horas de antelación para declarar en el Tribunal de Orden Público, perdón, ahora llamado Audiencia Nacional. Le habían notificado el día anterior una querella de más de 100 folios. A ver quién se ilustra de ella en ese plazo, contrata abogado y se persona al día siguiente en Madrid.  A eso le llaman algunos derecho a la defensa.  Hace falta imaginación para hablar así. Dicen sus abogados, que en la declaración que siguió la señora juez al tiempo que declaraba  el imputado, consultaba ésta su teléfono móvil como ausente. Dicho y hecho, después de ser oído ( es un decir) se decretó la prisión preventiva por un delito de rebelión, sin violencia claro, requisito elemental del tipo penal, pero eso es lo de menos. Construcciones jurídicas se hicieron y están haciendo para que de forma analógica- algo que proscribe el Derecho penal,-el concepto de violencia resulte de lo más extenso e interpretable. Lo mismo que viene sucediendo con el delito de nueva redacción, el de odio. Cualquier crítica es odio, sobre todo si es contra el régimen existente y el sagrado orden decretado.

Esposado por la espalda, fue introducido el pobre Junqueras en un furgón policial, camino de prisión a toda velocidad sin colocarle el cinturón de seguridad, mientras los policías de guardia en la Audiencia Nacional, se mofaban del tratamiento sexual que en la cárcel podían dar al " osito" otros internos, como todos pudimos ver por televisión. Y como eso fuera poco, los vigilantes en el trayecto ( compañeros de otros que  que cantaban  " a  por ellos" en los autobuses camino de Cataluña) le pusieron en las orejas para que pudiera oírlas mejor, toda clase de piezas musicales patrióticas. Todo un ludibrio del que seguramente se habrá visto libre, el tal "chiclé" ( toda una bestia asesina de señoras) una vez detenido. Eso es lo que pensé cuando lo vi salir de los juzgados, esposado, pero por delante, que es más cómodo para el detenido.

Cuando la causa pasó por fin al Tribunal Supremo, este tribunal nombrado por el Consejo General del Poder Judicial, que a su vez es designado por las mayorías políticas de nuestro parlamento, ha ratificado la prisión preventiva a pesar de haber resultado electo como diputado de nuevo en unas elecciones autonómicas convocadas por el Gobierno Central. Una decisión política más, que no judicial. Como  ocurriera con la retirada de la orden de busca y captura internacional a Puigdemont. Si sospecho que los delitos perseguidos no son homologables en otro país europeo, o las garantías de un juicio justo tampoco, la retiro y le doy caza si vuelve, que mis procedimientos están por encima de todas las cosas y son los más democráticos.  Esto puede calificarse de una hábil estrategia frente al enemigo, pero nunca podrá decirse que corresponde a un procedimiento penal reglado y con garantías.

Han añadido nuestros doctos juristas de nuestro tribunal supremo, para motivar la prisión preventiva, que la violencia en el delito de rebelión perseguido, consistió en incitar a votar en un referéndum declarado ilegal por otro tribunal político, el constitucional, y que al no existir arrepentimiento ( como el que exigía la Inquisición), cabe la posibilidad de que vuelva a intentarlo. Yo pensaba que este razonamiento, en su caso, debería formar parte de la sentencia, una vez juzgado, pero no ha sido así. No he podido sustraerme del recuerdo del triste final de los protagonistas  en la novela de 1984 de Orwel. El Gran hermano, no sólo los quiso eliminados, sino también arrepentidos.

Ya hemos llegado a la estación término. Cualquier manifestación o huelga no autorizada, pero convocada, cualquier desahucio contestado en lo sucesivo, aunque nadie emplee la violencia y se limite a recibir palos a lo Gandhi o Luther King, será reo en lo sucesivo del delito de  rebelión o como mínimo de sedición. Tenemos una democracia de lo más original. Empezamos a dar miedo hasta en Europa.












No hay comentarios:

Publicar un comentario