lunes, 5 de febrero de 2018

Narcos

Muy poco cine de autor ya llega a las pantallas. Quedaron lejos los tiempos en que las cintas de Truffaut, Pontecorvo o el neorealismo  italiano se exhibían en circuitos comerciales. Oliver Stone, Kem Loach, Kubrich, Milos Forman  y en su tiempo Huston y  Pekimpac, entre otros, son excepciones. Lo más normal, ahora, son los efectos especiales y las superproducciones espectaculares de muy baja calidad.

Con la baja calidad de las pantallas, los cinéfilos se están refugiando en las series y plataformas que les dan servicio, como Neflix . Al lado de muchas producciones insustanciales, se coló en dicha plataforma NARCOS. 

Dirigida  por el brasileño José Bastos Padilha Neto, que ya mostró su buen hacer en el séptimo arte, con la magnífica cinta " Tropa de Elite", nos cuenta la historia de los dos carteles de droga más revelantes que ha dado Colombia. El primero el de Medellín y el segundo el de Cali.

En una perfecta recreación, de forma didáctica, José Bastos nos enseña que la mejor historia fantástica es la vida misma. Colombia,  retratada  por Bastos fuera de toda concesión con una narrativa magistral, es tal como se nos presenta en la cinta hasta sus últimos detalles.

Con La historia de Cali y Medellín, el espectador no solo conocerá  a la sociedad colombiana, sus valores, tradiciones, bello castellano con que se expresan, sino también su desgraciada historia, desigualdad social, atraso  y triste clase política corrupta y extractiva que  la viene gobernando desde la independencia, siempre a las órdenes de los Estados Unidos, como la colonia que es.

Estas son las condiciones sociales  que permitieron el nacimiento  y desarrollo de los carteles de la droga y la serie no lo tiene que decir, basta contar la verdad, como realmente fue, para que el espectador con algo de reflexión se de cuenta. El de Medellín con base populista buscando en las clase bajas su protección, a través de generosas aportaciones sociales. El de Cali, con su directa alianza, también en busca de protección, con la alta y extractiva burguesía colombiana que ocupa todos los resortes del Estado ( políticos y funcionarios). En medio de este juego, los grupos paramilitares de los hacendados, las guerrillas del M-19 y las Farc, utilizados por ambos carteles en una guerra civil, que ya data 50 años, aunque los medios de comunicación no informen, tan ocupados como están con  intoxicar con Venezuela. Y sobre todos ellos, Estados Unidos a través de su embajada- el verdadero poder del país- jugando a sus intereses en este drama.

La recreación es casi perfecta. De los dos agentes de la DEA, protagonistas de la serie, uno anglosajón Murfy y el otro tejano, de origen mexicano, Javier Peña, sólo apuntaré la bromas que el primero sufre en ocasiones por su académico castellano, un gringo para cualquier colombiano ; el otro, hispanoparlante de cuna, es tratado por la policía colombiana, como "peñita", uno más de ellos.  Y después dirán que la patria grande que quería Bolivar, no existe.

Puestos a hacer una crítica de la serie, en los últimos episodios de Medellín, aparece en la finca un tractor. Uno que ha recorrido el campo colombiano, con bastantes kilómetros, nunca vio una máquina de estas. Para que se den una idea de la situación del agro colombiano, plagado de caciques y hacendados que por cuatro chavos recurren habitualmente a peones con salarios de hambre para todo tipo de tareas. Debe de haber tractores en el país, pero es algo extraño. En disculpa de la serie, diré que el tractor se encuentra en la finca del " papa" de Pablo Escobar. 

Una de las versiones, lo es en castellano e inglés. La que les aconsejo es toda ella en español.


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