lunes, 18 de diciembre de 2017

Chile : de nuevo el pinochetismo con piel de cordero

Bello país Chile. Más de 4.500 kms de norte a sur. Desde el desierto de Atacama  en el norte hasta Punta Arenas, al lado del Polo sur. Dulce acento de su castellano, pueblo muy nacionalista y guerrero como corresponde a la tradición de los Araucanos, quizá la única etnia que los españoles no pudimos someter. Muy cerca de Temuco y el río Bio Bio en el sur del país, debajo de un árbol autóctono, una Patagua, hubo de firmarse la paz y la frontera entre dos pueblos, flanqueada por el citado río.

La primera vez que lo visite ( después vinieron tres viajes más) fue en el año 1.990. Aún recuerdo el control policial en el aeropuerto. Exhaustivo, opresivo y minucioso. Pinochet había dejado el poder en manos de una democracia débil y de juguete, apenas hacia 6 meses y el miedo, calaba todavía fuerte en la población. El kiosquero, si le pedías un diario de izquierdas, te lo daba por la puerta de atrás y con todo lujo de precauciones. Los " exonerados" pedían firmas en las calles para ser reintegrados a sus trabajos. ¿ Quienes eran los exonerados ? Muy sencillo : todas aquellas personas, que sin haber sido encarceladas en la dictadura, eliminadas o desaparecidas, exilio aparte para salvar la vida, un buen día por " sospechosos", al ir a trabajar, alguien les dijo, " no vuelvas  más por aquí" sin carta de despido, ni explicaciones. Y claro, tuvieron que buscarse la vida en otras actividades, fueran funcionarios públicos o no.

LLamaba la atención  Santiago, su capital y su tráfico caótico, lento y lleno de autobuses, que polucionaban todo el ambiente. No se podía apenas circular. ¿ A qué se debía el fenómeno? Otra obviedad, derivada de la dictadura. Constituido Chile como el primer laboratorio del neoliberalismo a nivel mundial, bastaba pedir una licencia para crear una línea de autobuses para que te la concedieran. Y así, en  el espacio reducido de sus calles, en régimen de competencia total,  había casi tantas lineas de autobuses como  cafeterías. La casa de los locos.

Este era el escaparate capitalino ; pero cuando me decidí a viajar al sur, a la bellísima región de los Lagos ( Osorno, Temuco, Valdivia y Puerto Mont) precisé dirigirme a la estación de autobuses central. Allí el paisaje cambió y la pobreza hizo su aparición. Gentes humildes, sencillas, cargadas de fardos, salarios de hambre y miedo, todavía mucho miedo. El Chile de la exclusión, de la pobreza, el Chile de la mayoría, con una sanidad carísima en manos de seguros privados y una educación elitista para unos pocos. 

Gobernaba entonces una débil coalicción de partidos presidida por el democrata- cristiano, colaborador en su día de la dictadura, hasta el Partido socialista, denominada la " Concertación". Los diversos partidos comunistas, con otras siglas electorales, le daban su apoyo, pero apenas participaban de ella. El presidente fue democrata cristiano, después en el turnismo, le correspondió a un tal Lagos, del Partido Socialista.

Al igual que en nuestra " modélica" Transición, la Concertación fue triunfando electoralmente, por muy ajustadas mayorías, en  los sucesivos comicios a partir de 1.990 que fueron convocados, pero siempre bajo la mirada vigilante, de la constitución impuesta por Pinochet, hasta que falleció, el ejército y los poderes económicos salidos de la dictadura. El resultado fue que la desigualdad apenas se redujo, el neoliberalismo continuó rampante, los derechos sociales ausentes y una levísima bonanza económica paulatinamente recorrió el país, más bien impulsada por el viento de una recuperación a nivel internacional que por otra cosa. Así fue, durante años y años.

En esta estructura desigual e injusta todavía, con la llegada de la crisis financiera internacional, el frágil desarrollo acabó y la Concertación terminó sus días sin pena ni gloria y se disolvió, incapaz de adoptar medidas que hicieran de Chile un país mínimamente justo. Las capas populares que la llevaron al poder en sucesivos comicios, desmoralizadas, poco suspiraron por su fallecimiento. Fue el momento de nuevo del pinochetismo en forma "democrática" y Sebastián Piñera, ganó las elecciones con todo tipo de promesas demagógicas. Resultado : más desigualdad, aún más injusticia, más de lo mismo, pero con el oropel de democracia, bendecida naturalmente por los EEUU.

Cuando el pueblo chileno no pudo más, apareció la estrella de un partido socialista renovado- se dijo-,  bajo el mandato de la señora Bachelet, la cual triunfó en los siguientes comicios presidenciales, con el apoyo de la mayoría del resto de la izquierda, prometiendo por fin un Chile más justo y la llegada por fin de unas medidas estructucturales tendentes a la igualdad y la necesaria justicia social.  

Pronto los chilenos pudieron darse cuenta dela tomadura de pelo. Allí nada había cambiado, ni iba a cambiar. Los seguros sociales siguieron en manos privadas, la educación no estuvo al alcance de todos y los precios se desataron. Fue la última vez que visité Chile. Los precios de los productos estaban al  nivel de los españoles, y la mayoría de los chilenos sobrevivían con alrededor de 250 dólares al mes. La dictadura del dólar se hacía presente, pues hasta en los hoteles no te cambiaban ni  los euros, el dólar sí, por supuesto. Con los euros tenías que acudir a las casas de cambio. El centro de la ciudad relucía, los mall se multiplicaban en Santiago, las zonas de ocio cumplían su función consumista para unos pocos ( secciones de queso francés, licores europeos a precios prohibitivos) y los rascacielos se levantaban, para mayor gloria y consumo de una clase adinerada a la que nada faltaba. El pueblo, en su mayoría, desde sus villorrios se limitaba a contemplar el escaparate. 

En las últimas elecciones presidenciales, la izquierda real, la de verdad, ya no ha querido seguir el juego al Partido socialista y sus candidatos no han pasado a la segunda vuelta de las presidenciales. Por tanto, el  voto ha quedado restringido entre el candidato de la derecha y el del partido socialista. En este balotage ( segunda vuelta), nuevamente el pinochetista Piñeira ha triunfado frente al candidato socialista, que había prometido el oro y el moro, pero ya nadie le creyó. Apenas ha votado el 53% del censo, lo que quiere decir que la izquierda real se abstenido.

Se ha visto recorrer de nuevo las calles de Santiago a la señoronas, con sus elegantes abrigos y collares festejando la victoria, y  a las niñas y niños pijos de la ciudad, enarbolando las banderas del triunfo desde sus lujosos automóviles.

Pobre Chile. Veremos lo que sucede en los próximos comicios. Al menos en estos la batalla será dura. Será la izquierda real, frente a la derecha de siempre. Como con  Salvador Allende ya no cabrán medias tintas engañosas, y esperemos que la izquierda, si triunfa, haya sacado  las lecciones de la Historia y sepa lo que hacer para que no le den otro golpe de estado.





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