Hace dos días, pisando una mina, ha fallecido en el frente sirio Issam Zahreddine, el general que durante más de tres años en el este de siria, en la ciudad de Dei Ezzor resistió a las inmundas bandas del Estado Islámico, protegidas y financiadas, como ya casi todo el mundo sabe por EEUU, Inglaterra y sus aliados en el Oriente medio, Arabia Saudi y Qatar.
Cercada la ciudad y sus 200.000 habitantes, el asedio de Dei Ezzor puede semejarse en su épica al de Leningrado ( hoy San Petesburgo) en la II Guerra Mundial. Casi 400 kilometros separaban a la sufrida ciudad de las bases más cercanas del Ejercito Árabe sirio. Y en esas condiciones sus habitantes, que hubieran sido pasados a cuchillo de lograr sus propósitos por la chusma degenerada del ISIS, junto a su general resistieron muy mal aprovisionadas y con todo tipo de carencias, antes de ser liberada la ciudad mártir.
Por sufrir, hasta hubo de sufrir la ciudad, algún que otro bombardeo de la aviación norteamericana, disculpado en los medios como " "equivocaciones", todas ellas coincidentes con ofensivas de la chusma fanática para romper las línea del ejercito sirio que defendieron la ciudad.
Issam, era druso. Lo que no hace una idea del crisol de religiones que luchan contra el fanatismo religisoso whabista en Siria, apadrinado por Arabia Saudi. A su lado y a favor de la libertad religiosa, lucharon y luchan todavía en Siria musulmanes chiitas, sunnitas, cristianos y drusos. Estos últimos, una minoría religiosa que se extiende por Palestina, Siria y el Líbano, y que introduce en su sincretismo religioso, junto a la doctrina islámica, elementos neoplatónicos, el gnosticismo y hasta el esoterismo.
Admirado y querido por sus soldados, a los que acompaño siempre en la primera línea, Issam salvo la vida de muchos sirios, seguras victimas de la intolerancia religiosa. Fue un valiente, un hombre bueno y de gran humanidad, y un defensor de la libertad. Si hay cielo, su Dios ya lo habrá acogido.
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