lunes, 15 de mayo de 2017

Sobre Rentas básicas

Recientemente se ha podido leer en la prensa digital la noticia de que el en otro tiempo prestigioso Servicio de Estudios del BBVA, rebautizado en ingles BBVA Research, había elaborado un informe en el que intentaba cuantificar el coste de poner en marcha en España una Renta Básica Universal (RBU).


Indagando sobre la noticia en la web del propio BBVA, resulta que el informe es un power point de 17 páginas, realizado por Rafael Domenech, responsable de Análisis Macroeconómico de BBVA Research, y no especialmente profundo ni científicamente riguroso.

En todo caso, es verdad que en los últimos años, al menos en ambientes académicos se viene discutiendo, no solo en España sino en todo Europa e incluso Canada, sobre este tipo de subsidio que se daría por parte de los gobiernos a todos los ciudadanos. Las incógnitas son muchas, especialmente su financiación, su limitación por el efecto llamada, su condicionalidad, etc..

El Servicio de Estudios del BBVA, a partir de una propuesta de los economistas Raventós, Arcarons y Torrens (2016) estima que su implantación es España costaría 280.092 millones de euros (7.471 euros al año por adulto y 1.492 euros al año por menor de edad, para 43.746.430 de beneficiarios totales), si bien como la renta básica universal sustituiría otras prestaciones y subsidios (pensiones, desempleo, familia, vivienda, etc.) que estima equivalentes a 92.222 millones de euros, rebaja la factura final a 187.870 millones de euros.

La metodología del cálculo es ciertamente objetable. Los propios autores citados por el BBVA, han publicado un informe en varios periódicos digitales donde corrigen el cálculo erróneo del BBVA y rebajan su coste a 20.707 millones de euros, el 2 % del PIB. Pero estos economistas se pierden a su vez en cálculos matemáticos sobre el impacto de nuevos tipos impositivos o reformas impositivas y eluden la cuestión esencial, que no es sino la naturaleza del dinero fiduciario en nuestra economía. Todos estos cálculos, como los que hacen Raventós, Arcarons y Torrens para demostrar los cálculos falsarios del Servicio de Estudios del BBVA están hechos como si la RBU fuera a ser pagada con monedas de oro arrancadas al contribuyente por el recaudador de Sherwood. Obviamente esto no es así, y tampoco podría serlo, pero la ortodoxia económica, de la que estos autores son parte, no permite otro enfoque. Actualmente sólo la Teoría Monetaria Moderna (TMM) tiene un enfoque heterodoxo sobre los dogmas económicos que nos envuelven.

Para la Teoría Monetaria Moderna (TMM) ni el pensamiento económico, ni el pensamiento político entendieron las consecuencias que conllevó el abandono del patrón oro y la adopción de un modelo basado en el dinero fiduciario. En países emisores de su propia moneda, no es el caso de España, es falso que los gobiernos estén sujetos a restricciones presupuestarias como los hogares y empresas; o que los déficits presupuestarios sean malos y una carga para la economía; o que los déficits públicos aumenten los tipos de interés, desmantelen el sector privado y provoquen inflación; o que los déficits públicos confisquen ahorros que podrían ser destinados a la inversión; o que los déficits públicos supongan una deuda para las generaciones futuras; o que los déficits públicos de hoy impliquen impuestos más altos mañana. Son los dogmas de la economía ortodoxa, llamada neoliberal, que son negados por la TMM.

Y como todo lo anterior, y derivado de todo ello, cualquier RBU puede ser pagada por un Estado con su propia moneda y su propio Banco Central. Pero llama la atención que los defensores de la RBU como los economistas citados, Raventós, Arcarons y Torrens, no sostengan que cualquier intento de RBU necesitaría de una moneda y un Banco Central propio, insistiendo por el contrario en esas vías sin salida que conducen a marcos de discusión útiles para la ortodoxia económica dominante, e inútiles para la implantación de la RBU. Entrar a discutir sobre la revisión del cálculo de las bases IRPF, o la revisión impuesto patrimonio u otros impuestos a la propiedad, o la revisión del IVA, o la mejora en la lucha contra el fraude, llevan una desnaturalización de la medida, fomentando además una lucha entre los ciudadanos ganadores o perdedores que en lugar de aplacar los conflictos sociales, los acentuaría.

En conclusión, es imposible un sistema de RBU sin un Banco Central propio y una moneda propia. En realidad en un sistema como el actual donde el flujo y la masa monetaria se fija desde el exterior es imposible no solo una RBU, sino que también como ya vemos va a ser imposible sostener un sistema público de Salud o un sistema educativo publico o de pensiones, ya que el rasgo característico del factor monetario es su escasez tanto para el ciudadano como para el Estado.

Cabe preguntarse si el Servicio de Estudios del BBVA, planteando un escenario tan catastrofista sobre el coste la RBU lo que pretende no es sino asustar en un debate sobre un asunto que debatido en profundidad, desembocaría en la necesidad de recuperar la soberanía monetaria. Y si esto saliera en un debate abierto y público, el miedo cambiaría de bando.






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