miércoles, 24 de mayo de 2017

Stalin y la leyenda negra

Mi interés y aproximación a Josep Visionarovich Dzhugashvili, más conocido por Stalin, data en primer lugar de mi interés por el conocimiento de la Historia, y, más recientemente, de la divulgación constante en estos últimos años, de las diversas condenas e imputaciones que se le han venido realizando como un genocida consumado, equivalente, sino muy superior, al mismo Hitler.

Las fuentes de la constante campaña, nacen a partir del “informe secreto” que desvelara el mandatario soviético Nikita Jkuchov en 1956, pero mucho más insistentemente después del comienzo de la actual crisis económica del capitalismo, que más de un economista reconocido, ha calificado de sistémica, y no cíclica. Lo cierto es que de una u otra forma seguimos sumidos en ella, sin que nadie se atreva a pronosticar el fin del desorden. Y no faltan los que la comparan a la sufrida en el año 1929, incluso más grave todavía.

Así pues, el mundo de hoy se debate como ocurriera  en el transcurso de aquella crisis ( década de los treinta del siglo XX) en tentaciones y amenazadas militaristas para resolverla, traducidas en la búsqueda de enemigos por todas partes, que crecen de forma alarmante. Y todo ello, a pesar de que se nos dijo en su día que, acabado y extinguida la guerra fría con la destrucción del “imperio del mal” ( léase la URRS), los pueblos se encaminarían hacia un remanso de paz y prosperidad. Todo lo contrario de lo que está sucediendo. Basta observar al respecto como las guerras se multiplican ( Libia, Mali, Afganistán, Congo, Iraq, Somalia, Yemen y Siria) y otras asoman en el horizonte, como las Corea e Iran, con características nucleares, sin perjuicio y además de la progresiva tensión entre China y la actual Rusia de un lado, y EEUU del otro.

No es de extrañar, por tanto, que por si a alguien se le ocurriera pensar que el comunismo no es una doctrina muerta del todo,- postura ésta que coincide con las tesis de los vencedores de la guerra fría- el ventilador se haya puesto en marcha de nuevo como forma de cerra el ataúd con unos cuantos clavos más, no sea que el fantasma resucite.

La leyenda negra sobre Stalin bebe principalmente de la fuente y “ estudios” de un historiador, un tanto desprestigiado en la actualidad , un tal Robert Conquests, del que más tarde se supo que su supuesta erudición, partía de los datos que vino obteniendo de la propaganda nazi antes de la invasión de Alemania a la URRS en la II guerra mundial, con la inestimable contribución de todos los colaboracionistas nazis -ucranianos, hoy tan alabados como “demócratas” por occidente y las numerosas campañas organizadas por prensa del filonazi norteamericano, el famoso empresario de prensa Hearts, cuya biografía de mano de Orson Wels dio lugar a la famosa obra cinematográfica “ Ciudadano Kane”. A mayor abundamiento, también hoy se sabe que Roberts Conquest fue un agente inglés de su graciosa majestad y, finalmente puso sus servicios de intoxicación al servicio de la CIA.

La segunda fuente utilizada por el ventilador, ha sido la del inestimable Alexander Solyeniztin, que pasó varios años preso en la URRS por desalentar, una vez movilizado en la segunda guerra mundial como soldado, a sus compañeros de filas del Ejercito Rojo para que no lucharan contra los nazis que habían invadido su patria. Llegaron a decir los conservadores británicos ( tories) del personaje, que más que anticomunista furibundo, los superaba con mucho a ellos mismos, pues era en realidad un ciudadano que pretendía la restauración de la monarquía Zarista. A pesar de ello, no hubo inconveniente en que lo alzaran al nobel de literatura, con su obra “ Archipiélago Gulag”.

Y así uno y otro se pusieron a inventar cifras. El primero, el tal Conquest, que ni siquiera había visitado Rusia, a dar por buena la cifra de varios millones de rusos eliminados en el periodo de gobierno de Stalin ( 1924 a 1953) y casi otros tantos, entre desterrados, muertos y presos en los famosos gulags ( prisiones o colonias correccionales). Teniendo en cuenta que, por aquellas fechas, mediados de los años XXX de pasado siglo, la población de la URSS no pasaría de 150.000.000 millones de personas, la cifras ya son por sí mismas fantásticas, pero el inefable Solyeniztin estuvo dispuesto a superarlas y subió la apuesta.. Al tramposo esta vez, se le corrió la romana, y llegó a contabilizar la cifra de 76.000.000 de rusos muertos, más otros 44.000.000 como consecuencia de la II Guerra mundial, que murieron “ naturalmente” por culpa de Stalin. Total, 110.000.000 de personas. O sea, todos los fallecidos rusos de la Rusia invadida por Alemania, se ubicaron en el haber de Stalin y los comunistas.

A partir de aquel momento, fueron los mismos intoxicadores los que prescindieron del personaje dándole por totalmente enajenado, ya que con sus alegatos había llegado a perjudicar a la misma campaña de intoxicación. Desde entonces, nada se ha sabido de él.

Ni que decir tiene que ambos “ historiadores, no discriminaron en sus cifras a los delincuentes comunes, saboteadores , asesinos, violadores, y traidores a la patria .en periodo de guerra de los represaliados políticos. Todos en el mismo saco.

Pero hete aquí, que poco antes de desaparecer la URSS, con Gorbachov, fueron abiertos los archivos de la KGB y allí, como buenos burócratas, se pudo comprobar que los funcionarios soviéticos lo tenían apuntado todo, hasta el más mínimo detalle. Y gracias a esta glasnot dos historiadores de prestigio, rusos ambos, y no comunistas, Victor Zemkov y Alesander Dugín, más otros especialistas, tuvieron ocasión de certificar muy aproximadamente todo lo sucedido : fusilados alrededor de 786.000, y sumados estos a los fallecidos en prisiones o campos de concentración alcanzaría todo ello la suma de 1.500.000 personas aproximadamente, según estos investigadores.

Hoy, estas cifras o similares en medios serios ya no las discute nadie, aunque algunos sigan insistiendo en la teoría de los cien millones de muertos, como cualquier personajillo del PP puede soltar en una tertulia televisiva en cualquier momento.

Téngase en cuenta para valorar la cifra de estos historiadores serios, que coinciden más o menos por otra parte con las del también historiador español Carlos Hermida y otros, que en dicha contabilidad se incluyen no sólo la actuación política, sino también a los delincuentes comunes, asesinos, y saboteadores, además de todos aquellos que en la guerra fueron juzgados por espías y traidores. Por citar unos ejemplos, sólo el general Vlasov, por ejemplo llegó a formar junto a los nazis una división de 15.000 soldados rusos, más todas las fuerzas de nazis ucranianos, cosacos y chechenos que colaboraron y lucharon con el enemigo invasor..Y cabe destacar también, respecto de los fallecidos en prisión, que se llegaron a contabilizar los muertos por fallecimiento natural y enfermedades, en unos momentos muy difíciles para cualquier ciudadano de la URSS, sobre todo durante la guerra mundial, con graves carencias en alimentación y atenciones médicas.

Las revoluciones nunca han sido fáciles y pacíficas. La misma Norteamericana, o la francesa ( la Vendée, Robespierre y las guerras de coalicción contra la Francia republicana de la Convención y luego contra Bonaparte ). Desde 1917, la Unión Soviética se vio inmersa nada más y nada menos que en los siguientes conflictos : la guerra civil contra los rusos blancos, apoyados por numerosas potencias extranjeras, la guerra contra los Kulask por la colectivización de la agricultura, los numerosos sabotajes contra la industria nacional y asesinatos de comunistas que culminaron con los procesos de Moscú en los años años 36-37 y, finalmente la guerra contra Alemania, donde se estiman unos 25.000.000 millones los rusos muertos.

Les recomiendo dos títulos para leer : uno, “Otra Mirada sobre Stalin”, de Ludo Martens, editorial zambon Ediciones, y “Stalin Insólito” del chileno Ricardo E. Rodriguez Sifrés, editorial Templando el Acero.

Con todos los horrores derivados de cualquier situación revolucionaria, se aproximarán más a la Historia, y no a la propaganda.







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