miércoles, 31 de mayo de 2017

George Orwell tenía razón, sólo que el liberador ha resultado ser el diablo



Dicen que se ha puesto  de nuevo de moda la novela de George Orwell, 1984. No me extraña.  A los que la leímos hace ya muchos años, nos dejó un cierto sabor de amargura y desesperanza. Parecía como si en ese mundo futuro la dialéctica de la Historia fuera a  detenerse a perpetuidad. El mundo de la tiranía y opresión habrían refinado y perfeccionado tantos sus métodos que ya no  cabría al ser humano en lo sucesivo la más mínima rebeldía para librarse del " imperio del mal". Sería tanto, como certificar conforme a la doctrina maniquea que,  entre la eterna batallas del bien contra el mal, éste último habría triunfado definitivamente. Escrita en los años treinta del pasado siglo, simbólicamente el autor fijó la fecha de 1984, como el punto de no retorno.

La novela en su momento fue divulgada y promocionada en occidente con un mensaje subliminal, que apuntaba sin decirlo al Estalinismo. Eran los tiempos del" telón de acero" y se nos quiso decir, mejor todavía, con cierta habilidad insinuar, que la deriva totalitaria del comunismo se traduciría tarde o temprano, y en un momento determinado, en la defunción definitiva de la libertad, e incluso de los sentimientos. La policía del pensamiento, se encargaría de ello.

Han pasado los años, la URSS ha dejado de existir y, en cambio, el hombre teme cada vez  más ese punto de  no retorno  que supondrá la perdida absoluta y definitiva de  su libertad. De ahí, el nuevo éxito de la novela.

Y no les la  falta razón a los nuevos lectores, pues  quizá siempre existió el imperio del mal y el Maniqueismo tuviera razón, sólo que la identificación del bien y del mal estaba equivocada. La ambición, el egoísmo, y la crueldad durante mucho tiempo se nos presentaron disfrazadas y reivindicadas bajo la apariencia espiritual de la libertad, el libre albedrio y la iniciativa contra el materialismo opresor, encarnado en el socialismo. Con el fin de  ganar la batalla a la auténtica libertad que pasa por   sostener y cultivar  en el hombre los valores de la justicia, la solidaridad y la fraternidad, e incluso la belleza y la armonía, el mal supo jugar sus cartas bajo bellas palabras que encandilaron al ser humano.

El diablo fue hábil y hoy, ganada su batalla, se ha quitado la careta mostrando sus propósitos. Ya estamos en la estación término, es decir, en un mundo alienado, cada vez  más embrutecido y totalitario.  El relativismo moral, fuente del instinto mas primario y cruel, todo lo inunda, ; y el gran hermano en forma  de burocracia y opresión todo  lo observa y controla. Hasta la cultura, que siempre nació de forma espontánea del pueblo,  hoy es dirigida e  impuesta por las multinacionales del mal gusto, como una nueva forma de alineación que elimina totalmente la libertad de criterio y  el conocimiento.

Estamos pues, muy cerca del punto de no retorno que novelara Orwell. Y digo muy cerca, porque el sistema se dispone ( y ya lo está haciendo) a tomar las medidas definitivas, quizá la últimas,  para clavar la tapa del ataúd  y conseguir así que  éste jamas pueda abrirse. Pienso en varias actuaciones :

1.- La precariedad e inseguridad laboral, acompañada de rentas cada vez mas bajas,  van a constituir la regla, apenas sin excepción. Si a eso se añade  el endeudamiento controlado e impulsado de los sujetos, el círculo  del miedo y la autocensura se habrá cerrado.

2.- Por si, a pesar de todo, aún cupiera algún rebelde, el sistema policiaco y coercitivo avanza sin piedad en un bosque de normas que nadie entiende, sembrando la confusión, vulnerando la seguridad jurídica y permitiendo la arbitrariedad.  Todo son cámaras de vigilancia, escuchas a través del teléfono y otros aparatos, prohibiciones, delitos tipificados como difusos en los que cabe cualquier conducta molesta y  sanciones.

3.- Hasta aquí dos de los sistemas diseñados para acabar con la libertad y la privacidad. Pero aún se dispone el sistema, el gran hermano, a adoptar otras dos medidas  más para a modo de adormidera impedir cualquier  futura contestación. Me refiero a la  implantación de la renta básica ; y como no, a la legalización de determinadas drogas.

Con la primera medida  se impedirá el hambre del ejercito de desempleados que se avecina y todo el mundo tendrá algo que perder,  por escaso que  esto sea. Pocos se arriesgarán en un mundo de trabajo escaso y precario, donde ya muchos no serán necesarios con la robótica y la revolución digital. A ver quién se arriesga  a que se les retire la limosna. Con   la segunda medida,  se inutilizará al hombre mismo y se le privará de  su raciocinio y capacidad para indignarse. Lo mejor será huir de la realidad y evadirse.

Falta poco para la tiranía perfecta, inmutable y definitiva. El  circulo se está cerrando y reloj ha comenzado a correr. De nosotros depende parar las saetas.









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