miércoles, 8 de noviembre de 2017

Fraternidad

Fraternidad es una palabra que me gusta más que solidaridad. La primera se inspira en los principios de la Revolución francesa, junto a libertad e igualdad. La segunda, siempre me ha sonado más a un tecnicismo jurídico, derivado del derecho de obligaciones  contemplado en  nuestro Código Civil.

Hace unos días viajé a Francia para entregar unas mercancías. Me recibió el empresario del supermercado y me invitó a una comida de " bonne franquette" que podría traducirse por " de buena camaradería", la cual iba a hacer con sus empleados, en otra de sus tiendas. La tienda se estaba remodelando, había obras en la misma, y varios empleados de la cadena trabajaban en estas tareas. Por este motivo en el pequeño aparcamiento que había a su costado, se improvisaron al aire libre unas sencillas mesas y varias tablas de embutidos, queso y patés.  Vino desde luego no faltó, ni pasteles a los postres.

Al comienzo del ágape, se nos acercó un buen hombre, sonriente y educado. Nada pidió, ni solicitó, pero su aspecto lo decía todo : se trataba de un vagabundo, un mendigo. Se limitó a contemplar nuestras viandas, de pie, estático. Cuando me quise dar cuenta, uno de los empleados le acercó un bocadillo de queso y  un vaso de vino. No pidió permiso a nadie para ello. Agradecido el mendigo habló con varios de nosotros, comenzó a consumir su bocadillo y poco a poco fue  integrándose en la animosa charla que se desarrollaba. Todos lo habíamos acogido con la máxima naturalidad y lo habíamos sentado a nuestra mesa como uno más de nosotros.

A medida que las bandejas de alimentos se consumían, siempre alguno de los presentes, le acercaba la  que correspondía consumir en aquel momento : los patés, los embutidos, más vino, el pan. LLegó la hora de los postres,  y como uno más, consumió la pastelería, luego el café y hasta los cigarrillos que se repartieron. Más charla entre las volutas del humo que se desprendían.

Después de unos minutos de sobremesa, cigarrillo incluido, el mendigo agradeció la invitación, nos dejó y siguió camino. Lo vi alejarse con su mochila a la espalda.

Aún seguimos disfrutando de la sobremesa más de media hora. En ese tiempo, ninguno de los presentes esbozó la más mínima critica sobre el vagabundo, tampoco nadie presumió de caridad. Tuve la sensación de que el comportamiento de mis amigos franceses fue algo natural, un resorte humano y automático que ejecutaron como lo más natural. Todo lo contrario de lo que hubiera sucedido, con honrosas excepciones, en mi propio país. El comentario con  la crítica o  la compasión caritativa, hubiera resultado ineluctable.

Me dije, y reflexioné para mis adentros, que todos ( empresarios y trabajadores) eran hijos de la magnífica educación que se imparte en las escuela francesas, verdaderos centros estos, que aparte de su calidad educativa, forma  a los niños en los valores republicanos, inspirados en la Revolución francesa de 1.789, donde la fraternidad ocupa un lugar destacado, junto a la libertad y la igualdad.

Por la tarde, ante de regresar a España, me di una vuelta por Tarbes. Al margen de sus extraordinarias librerías, sus plazas,  sus edificios de no más de dos plantas, la remodelación y respeto por sus edificios más antiguos, todo  hacía indicar que la especulación urbanística y la fealdad que ello conlleva, amen del encarecimiento de las viviendas ( tuve ocasión de examinar precios, en muchos casos más bajos a viviendas similares, si perjuicio de que el salario mínimo en Francia se sitúa alrededor de 1.300 euros/ mes), nunca  había pasado por la ciudad. 

Antes de dejar la ciudad, me detuve el Palacio de Justicia. Para mi sorpresa, y eran las 5,30 de la tarde, el servicio judicial estaba abierto, entraban y salían abogados. El resto de las oficinas administrativas de la ciudad, seguían el mismo horario. O lo que es lo mismo, la administración al servicio de sus ciudadanos, y no a la inversa.

Igual que por aquí, me dije. Es un decir. 

Nunca tuvimos en los últimos 300 años un fenómeno social como la Revolución Francesa. El antiguo régimen sigue presente.





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