sábado, 25 de noviembre de 2017

Decadencia y liquidación del Estado español, no de España

Probablemente España no esté en decadencia y moribunda, pero lo que sí es seguro es que  el Estado Español sí lo está.  Es decir, esta agrupación de pueblos ibéricos que se constituyó en forma confederal a partir de los Reyes Católicos, siguió con los Austrias, y desde la llegada de los Borbones, se le impuso una unificación  de forma centralizada y uniforme a partir del siglo XVIII.

Los signos de decadencia son evidentes. El país está endeudado hasta las cejas. La deuda pública alcanza más del 100% de nuestro PIB y según economistas, como Roberto Centeno y otros, al estar inflado el PIB, el endeudamiento alcanza el 140%. El déficit presupuestario y de la Seguridad Social ( el de este último más de 16.000 millones de euros) ya se ha hecho crónico. Las pensiones corren peligro por falta de cotizantes con ingresos suficientes. Casi un millón de personas ( la mayor parte jóvenes) han emigrado de España y los que tienen empleo, es a tiempo parcial, precario y con salarios cada vez más bajos. El paro, que ronda el 20% ya se ha hecho estructural y la corrupción ya es imposible contabilizarla. Nadie tiene el inventario completo,  en cualquier caso de lo más extensa, empezando por un presidente que cobraba sobresueldos de los sobornos a  su partido, a cambio de adjudicar obra pública. Grandes capas de la población están en la pobreza o muy cerca de ella,  la natalidad desciende, y unos medios de desinformación, zafios y groseros,  alegran la música de este barco que se hunde, manipulando, mintiendo por sistema y cultivando los peores instintos para distraer al  pueblo. 

Nuestra economía depende cada vez más de la deuda que nos compra el BCE, en forma de bonos que emitimos y de las remesas derivadas de un turismo barato y de baja calidad que nos visita -por el momento- año tras año, huyendo de la coyuntura conflictiva de Túnez, Egipto o Turquía. La industria decae y la investigación e innovación se ausentan, y con ello nuestra competitividad. Sólo nos disputamos los mercados a base de mano de obra barata, y dentro de poco ya lucharemos en ese escenario con Marruecos y otros países del Tercer Mundo. Y mientras tanto, el mastodonte del estado se infla más y más, a base de empleo público, corruptelas e ineficacia, financiado todo ello con una presión fiscal voraz que impide despegar a cualquier empresa seria, no así a las monopolísticas que nos agobian, con los precios más caros de Europa en energía y otros rubros gracias al trampolín de una casta política, mediocre e inculta, que solo sabe ocupar los sillones de esas empresas, cuando deja temporalmente la cosa pública. 

Dice Indro Montanelli, en su Historia de Roma, que cuando el imperio ya hacia aguas por todas partes, Diocleciano intentando revitalizarlo creo toda una estructura burocrática y reglamentaria que pretendía ordenarlo todo, la cual para financiarse levantó hasta la piedras en busca de impuestos en su voracidad fiscal.Y entonces fue, cuando se vio por primera vez cruzar el limes, pero al revés : muchos ciudadanos romanos, cruzaban la frontera desplazándose a territorio de los temidos bárbaros.

Somos un juguete en manos de Alemania y del BCE que está en sus manos. En cuanto se corte el grifo de los bonos que le colocamos, la ruina será  segura. Los intereses de nuestra deuda ya alcanzan los 30.000 millones de euros año. Y en defensa, que es lo mismo que decir soberanía, no llegamos ni a lacayos de los EEUU, ocupado nuestro territorio por tres bases militares, que albergan bombas atómicas, aunque no se diga. 

En este escenario, sin separación de poderes ( el Judicial es una sucursal del Ejecutivo y el Legislativo también), convivimos como podemos dentro de una democracia de la más baja calidad, que además de no garantizar adecuadamente recorte tras recorte los servicios sociales elementales, más los que están por venir, ya ni siquiera está garantizando las libertades formales con preceptos del Código penal diseñados para el discrepante, leyes mordaza y una Audiencia Nacional, que además de un marmotreto inservible, es la herramienta eficaz diseñada para sofocar cualquier atisbo de protesta, pacífica o no.

Ya lo hemos conseguido : tenemos presos políticos y exiliados del mismo nombre. Somos el   hazmerreir de Europa y bandas fascistas campan, con la complicidad del poder, por todo el territorio pegando a unos, insultando y amenazando a otros. Que más de 100 policías municipales de Madrid, entonen elogios a Hitler en sus grupos de Wasap, así como amenazas de muerte a su alcaldesa lo dice todo. Y más aún, si el que denunció  el hecho- otro policía- está suspendido de empleo y debe circular con protección policial, para garantizarse su seguridad.  

La huida hacia adelante es clara. La última noticia que tenemos es que se piensa equiparar el sueldo de policías nacionales y guardias civiles al de los mossos de escuadra. Todos quedarán cobrando- en un país que después de Chipre es el que mas policía tiene en la UE- 2.500 euros netos al mes en 14 pagas.  Casi lo mismo, que nuestros pensionistas de lujo, que son más de 600.000. A nadie preocupa si España puede pagar toda esta fiesta. Todos buscan su acomodo y refugio en un barco que se hunde. Nadie cree en lo colectivo, sólo cuenta la salvación personal de cada uno en un edificio que se desmorona, menos todavía una clase política, tres o cuatro veces mas numerosa que la de Alemania, que sólo piensa en su sillón bien remunerado.

Lo que se desmorona no es España, es el Estado español, un cortijo que desde  hace muchos años  exclusivamente se encuentra al servicio unos cuantos oligarcas, mediocres y corruptos, y  que el mismo pueblo, no han sabido en cientos de años quitarse de encima. O no han podido, con la inestimable  y deleznable colaboración de potencias extranjeras :   Francia con sus Cien mil hijos de San Luis en el siglo XIX, Alemania, Italia y EEUU más recientemente apoyando la sublevación franquista las dos primeras contra la República, y la tercera apuntalando el régimen nacido de la guerra civil. 

España se expandió cuando se construyó de forma confederal al servicio de  sus pueblos, respetando sus identidades y autonomía, con una cortes que obligaban a los reyes a jurar los fueros  y libertades de cada territorio y concedían a sus monarcas el dinero necesario a cuenta gotas para su política exterior. Así creció España. La unificación forzada comenzó a destruirnos, y esa estructura supracional, sirviéndose a sí misma y no a los pueblos que la  gobernaban, ha acabado siendo la mayor enemiga de los españoles.

Falta muy pocos años para que este chiringuito, llamado Estado español vea su fin. Ya es en  un estado fallido. Cuando suceda su triste fin, no lo salvarán ni las banderitas, ni el grito de " a por ellos", ni repetir "legalidad", "legalidad" sin cambiar nada, para evitar que la Historia siga fluyendo.  Pero lo que no morirá será los idiomas de nuestra península, ni el castellano como el más universal de todos ellos, ni la cultura de los pueblos ibéricos, desde Cervantes y Quevedo hasta Rosalía de Castro, Auxias March, Lorca o Alberti, ni la imaginación, ni la capacidad de sacrificio, valentía y empuje que durante muchos años nos distinguieron contra viento y marea, a pesar de ser tan mal gobernados por unas "élites" depredadoras y caciquiles capaces de hundir a cualquier país en un pis-pas . Ya es un milagro que hayamos durado tanto.

Efectivamente,  no todo estará perdido al momento de liquidación. Cuando el Estado Español desaparezca, la cultura y genio de los pueblos hispánicos seguirá ahí.  Entonces, nos habremos librado todos de una pesada carga. Y en ese momento, desde la base y el acuerdo, el respeto mutuo a nuestras identidades nacionales, democráticamente,  casi seguro que desde los Pirineos hasta Algeciras y Canarias podremos construir otra vez- incluyendo quizá  a Portugal- un nuevo estado más justo,  democrático y libre, sin carroñeros que han vivido demasiado tiempo a nuestra costa. No sé si le llamaremos España de nuevo, o Confederación de Pueblos Ibéricos, pero se nos brindará la oportunidad de construir esa nueva identidad. La Historia tendrá la última palabra.


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