domingo, 9 de julio de 2017

Un futuro de charanga y pandereta

Siento pena por mi país. Pareciera como  si poco a poco nos fuéramos deslizando hacia el triste papel que en la división del trabajo internacional nos tuvieran asignado. Agotado el  modelo ladrillero ya sólo nos queda el turismo de baja calidad y el empleo público, diseñado este último de forma burocrática. Nada que ver con el impulso desde el sector público al  I+D, el fomento del cooperativismo y la agroalimentación,  la medicina y  la farmacia o industrias de tecnología avanzada. 

Nuestras élites económicas , además de ignorantes, siempre fueron rentistas distinguiéndose siempre por su  aversión al riesgo. Para ellas siempre fue más cómodo el ocupar los altos puestos de la función pública, heredarlos, vivir de las concesiones del BOE, con todo tipo de favores y corrupciones, y moverse en sus pocas acciones empresariales a través del monopolio gracias a los favores del Estado y los mercados cautivos concedidos desde el poder.

Introducidos en una economía global cada vez más eficiente y competitiva, siguen cayendo grandes grupos empresariales fundados por la élite rentista, tales como Isolux o Banco Popular, en medio de escándalos,  arrastrando en su caída a legiones de ahorradores y  pequeños  y medianos empresarios, amen del incremento del desempleo ( sólo en Isolux, casi 4000 trabajadores ya van camino de las oficinas del INEM). Sólo el petróleo barato ( por ahora) y el endeudamiento progresivo de las arcas públicas ( el BCE nos compra toda la deuda que emitimos) nos salvan transitoriamente del más absoluto desastre.

Carentes por tanto  de políticas públicas ante esta situación, la única salida que al Estado y las élites rentistas que lo administran se les ha ocurrido, es diseñar una España de charanga y pandereta para que de una forma u otra, acabe dando empleo, aunque precario y mal pagado, y  de paso mitigue la emigración ; verdadera válvula de escape de un modelo  productivo que ya no se sostiene. 

Y se han puesto manos a la obra. Así, turismo de borrachera aparte, España entera se está convirtiendo en un gran parque temático.

A la par que proliferan los concursos de chef en todas las televisiones y nacen  recetas gastronómicas regionales e  imaginativas de todo pelaje , como setas nacen todo tipo de fiestas (  la mayor parte inventadas) en cada pueblo. De los encierros de San Fermín, dentro de poco cada pueblo tendrá los suyos ; y de las  tradicionales fiestas de moros y cristianos de Alcoy o Cocentaina, cada ciudad o villa se apresta a conmemorar, copiar o inventar las suyas con más impulso todavía.  El motivo "histórico" es lo de menos.

"Tomatinas", romanos,  cartagineses, celtas, íberos, franceses de la guerra de la independencia. La imaginación no tiene límites, y cualquier excusa es buena para que todo un pueblo se disfrace y organice el circo. Nuestros gobiernos autonómicos colaborarán- están colaborando ya-  en este diseño económico, declarando  rápidamente cualquier cosa en  fiesta de interés cultural o artístico. 

Lo de las procesiones es ya punto y aparte. Todos compiten por la mejor Semana santa, comercialmente por supuesto. Dentro de poco los verdaderos devotos se verán obligados a rezar en las catacumbas, como los primeros cristianos, mientras los demás acompañarán el paso, con un vaso de cerveza en la mano y quizá  bailando ( porque hasta eso se ha llegado en alguna ocasión). Ya queda poco para que  los templarios ( y templarias, que nunca las hubo) beban wisky  y bailen canciones en inglés. Los niños que tampoco los hubo, bien disfrazados, lo harán con cocacola.

Hay una cosa que me asombra. Teniendo 20 años asistí a la tamborrada de Calanda. Reconozco que respire tradición y hasta cierta devoción. Hasta contemplé con respeto tocar el tambor al mismo Luis Buñuel. Era un acontecimiento distinto, singular y hasta antropológico. Hoy, no hay pueblo que no tenga sus tambores, toques especiales y muchísimas  más cofradías de las que tuvo jamás. Hasta he llegado a ver desfilar procesiones  acompañadas de batucadas

Como ocurre siempre, al poner en venta nuestras autenticas tradiciones y hacer folclore  barato de nuestra historia y creencias, habremos perdido la poca dignidad que como pueblo y nación aún  nos queda. Arruinados y disfrazados de payasos es el futuro que se nos presenta. Hasta  que alguien ponga el cartel de RIP. Entonces, nuestras élites rentistas, dueñas del Estado desde hace cientos de años, abandonarán la bandera en la que habitualmente se  envuelven, para  exprimir  a la patria ( su cortijo) como un limón,  y se irán a vivir a Miami o a Londrés bien forrados.   



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