sábado, 1 de julio de 2017

Terror y terrorismo de conveniencia


Lo que hoy se  define por terrorismo resulta en ocasiones, un arma arrojadiza contra el enemigo. La  misma dictadura franquista ya etiquetó,  consideró  y tipificó en el 1947 las conductas de sus oponentes violentos, o colaboradores, materiales o intelectuales de dicha violencia, como terroristas al promulgar la Ley de Bandidaje y Terrorismo. Igual hizo la Alemania nazi o el fascismo italiano de Mussolini  con sus oponentes, o los ocupantes franceses de España en el 1808 con los patriotas españoles, guerrilleros que lucharon por su independencia.

Cuenta Miguel Delibes en sus uno de sus libros, comentando la historia de España que la iglesia católica española llegó a publicar en la Guerra de la independencia un catecismo, en el que se preguntaba si matar a un francés era pecado. La respuesta exoneraba al guerrillero de pecado, pues tal proceder contribuía al servicio de Dios, decía ese mismo catecismo. Mucho antes, participar en las Cruzadas otorgó también indulgencias. Recuperar los Santos lugares lo justificaba todo por deleznable que fuera el crimen. Lo mismo sucedió en la cruzada contra los albigenses.

Por lo tanto, resulta difuso y a veces inconveniente utilizar el concepto en la lucha entre diversos intereses. Cada una de ellas señalará a la otra como terrorista a su conveniencia.

Pero también podría por tanto pensarse que el terrorismo, más que la expresión de una conducta violenta contra los adversarios, se refiere a los métodos o instrumentos empleados en la lucha política.

Tampoco esta definición resulta plenamente satisfactoria, ya que fue Clausewitz quien señaló que la guerra es la continuación de la política por otros medios y, la misma lucha de clases,  según la definiera Carlos Marx, implica de una forma u otra un conflicto entre quienes detentan el poder económico, cuyo trasunto es el político, y los oprimidos por ese mismo poder.  Por otra parte, los cadetes de todas las academias militares saben, como estudiosos de su ciencia, que la guerra misma no es un concepto cerrado, previa declaración de un estado al otro. Han sido numerosas las guerras en la historia en las que  no ha mediado  esta declaración previa y, además, no todo son guerras convencionales como quieren creer muchas personas. Existen diversos tipos de guerras que han sido estudiados por los especialistas: la subversiva, la revolucionaria, la asimétrica y en nuestros días hasta las denominadas guerras híbridas o con todo cinismo y manipulación, las calificadas como humanitarias, que ya es ponerle imaginación. Recientemente, hemos podido contemplar estos tipos de conflicto en los que " humanitariamente" se ha utilizado  el napalm, fosforo blanco,  y hasta uranio empobrecido.

Normalmente, se suele atribuir en la guerra asimétrica ( la del débil contra el fuerte) el uso de los procedimientos terroristas  a las posturas guerrilleras o insurgentes contra el orden establecido. Pero igualmente resulta que los fuertes, suelen utilizar en la represión métodos más que sangrientos y desproporcionados contra sus adversarios; y si estos son multitud, no han dudado en extenderlos a poblaciones enteras,  hubieran participado o no materialmente  sus habitantes en el citado conflicto. La explosión de las bombas atómicas en Hirosima y Nagasaki, sirvieron para sembrar el terror, inmovilizando al enemigo, y es solo un ejemplo. En  las guerras del Rif contra los cabileños, los españoles llegamos a usar gas venenoso.

La misma estrategia militar enseña que tan importante como utilizar los medios de destrucción del adversario, es conseguir su desmoralización, incluida la población ( la retaguardia) que apoya a los combatientes de  la primera línea. El bombardeo de Dresden en la II guerra mundial se cobró con bombas indendiarias casi 250.000 victimas en una sola noche y su objetivo no fue, propiamente militar, sino deliberadamente dirigido a los civiles. De igual forma, para sostener la moral del ejército en cualquier conflicto, se hace preciso contar con el apoyo de  la población. Para ello, resulta necesario movilizar mediante la propaganda a todas las capas de la sociedad  en  el apoyo a los soldados del frente. De no ser así, éstos deberían librar dos batallas, una contra su propia población que no querría la guerra, y la segunda contra el enemigo mismo. En esta estrategia, resulta  también ineludible señalar al adversario como el terrorista. Algo muy parecido al "Dios está con nosotros", prédica que se ha extendido a numerosas guerras, pues si Dios está conmigo, fácil será concluir que el diablo estará con mis contrarios.


La guerra en sí misma es horrible y es terror, pues el objetivo de quien la desencadena es vencer. La Real Academia de la Lengua, define el terrorismo  en dos acepciones como " dominación por  el terror o "actuación criminal de bandas armadas organizadas, que reiteradamente  y por lo común de forma indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos ".  Está bien definido, sólo que muchas veces esas bandas armadas acaban conquistando el poder y una vez asentadas en él, pasan a calificar a sus oponentes como terroristas. El sionismo, antes de constituirse el Estado de Israel, a través de bandas armadas u organizaciones políticas ( Irgún y  Stern) practicó el terrorismo, asoló pueblos palestinos enteros y hasta llevó a cabo atentados contra las fuerzas británicas del entonces protectorado. El IRA hizo lo mismo en Irlanda hasta conseguir la independencia del imperio británico. Los kulaks llegaron, para evitar la colectivización del campo en URSS,  a envenenar ríos, balsas y fuentes. Son sólo ejemplos.

Fanáticos ha habido en todas las épocas de la historia y sus actuaciones son reprobables. Lo mismo cabe decir, de los que han practicado los mismos métodos para sostener sus tiranías, oprimiendo y asesinando a sus propios pueblos. Más perversos, resultan todavía, los que se valen o utilizan a esos mismos fanáticos, como arma arrojadiza contra sus enemigos, como es el caso actualmente de muchos servicios secretos occidentales. Estoy pensando en Siria, y la agresión que este país sufre a manos de Al Qaeda y el Estado Islámico, más los coletazos que estas mismos fanáticos ejecutan en Europa. E incluso, y ya es la perversión total, resulta utilizar a mercenarios a sueldo, faltos de cualquier ideal por reprobable que este sea.

El mejor antídoto contra todas las conductas criminales del llamado terrorismo,  y de la guerra misma, pasa por el respeto a los derechos humanos,  las culturas  y autogobierno de los diversos pueblos de la tierra. Sólo un  orden socialmente justo y equitativo, fiscalizado desde instituciones internacionales legitimas, podrá conseguir acabar con esta lacra. Quizá sea una utopía, no lo sé. Pero por favor, no nos quedemos en las palabras para etiquetar a nuestros enemigos, usándolas muchas  veces a conveniencia. La legítima defensa, que es un derecho humano más, sólo es admisible ante una agresión ilegítima o tiránica, y siempre de forma proporcionada ; menos todavía  estará justificada si el que la invoca ha creado o provocado esa misma  situación ilegítima o tiránica de la que pretende como excusa defenderse. 




















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