jueves, 31 de mayo de 2018

La plaga del burócrata

Lo que sigue en el relato es rigurosamente cierto. Lo leí en una prestigiosa revista del Notariado, a la espera de firmar un escritura en la notaria de mi localidad.

El señor, digamos X, era administrador único de una sociedad de responsabilidad limitada, y cierto deudor de la misma, con el objeto de saldar su débito había remitido a favor de la indicada sociedad, un giro postal que debía ser recogido en la oficina de correos. 

Notificado de este particular por un aviso de correos que encontró en su buzón,  fue allí el señor X, y acreditándose con la escritura pública de constitución de la sociedad ( debidamente inscrita en el Registro mercantil, por otra parte) como administrador único de la misma, solicitó le fuera abonado el giro postal.

El funcionario, leyó y releyó la escritura, y finalmente le informó que no podía pagarle, debido a  que " en dicha escritura no aparecía literalmente que él, como administrador, pudiera retirar ese tipo de giros de las oficinas de correos.

Nada sirvió que el sufrido cliente y contribuyente, le explicara al funcionario, como constaba en la escritura, que como administrador su poderes eran totales : podía vender activos de la sociedad, firmar prestamos bancarios,  retirar dinero de cuentas e imponerlo,  firmar cheques,  pagarés y avales, o prestar dinero, apoderar a terceros para todo tipo de trámites y reclamaciones ante la administración pública, promover litigios nombrando abogados y procurador, y transacccionarlos, constituir hipotecas, etc. Es decir,  lo podía hacer todo. Y  siguió explicándole al burócrata,  que que quien podía lo más, podía lo menos, aunque se no se detallara este particular postal, porque detallar todos los actos mercantiles, civiles y administrativos que puede desempeñar un administrador, e incluso un apoderado, es imposible, y no existe papel en el mundo para  poder transcribirlo.

De nada sirvieron las explicaciones. En los papeles que leía el burócrata, no figuraba  la expresión " retirar giros postales". No había nada que hacer.

¿ Cómo acabó la historia ? Muy sencillo : el sufrido administrador, se fue a la notaria más próxima, exhibió su escritura pública, y le solicitó al notario en su calidad de administrador de la sociedad  elaborar un poder, a favor de SI MISMO, en que se le facultara para retirar giros postales. No hubo problema, aunque el notario casi le da la risa, a la par que le hizo saber al cliente la barbaridad que se estaba cometiendo.

Otorgó- perdón, se autotorgó- y pagó el señor X  su nueva y flamante escritura de apoderamiento. Se presentó de nuevo en Correos con ella y "ahora sí"- dijo el funcionario-, y le pagó el giro postal.

Ahora piensen ( y un día analizaremos las causas) cuanto burócrata con pensamiento similar, no existe por ahí. Cuanto perjuicios causan a la nación este tipo de tontos, que cada día abundan más.



No hay comentarios:

Publicar un comentario