viernes, 4 de agosto de 2017

Barcelona y el turismo

Guardo mis mejores recuerdos de Barcelona y la sigo considerando mi ciudad. Mi padre se empeñó en que comenzara  a estudiar Derecho en Zaragoza y no me quedó más remedio que matricularme en su Facultad. Saqué   en el primer cuso muy buenas notas, creo  que de promedio notable y todavía mantengo que la calidad de aquella Facultad era y sigue siendo extraordinaria. Asistir a clase con Orlandis en la asignatura de Historia del Derecho fue todo un privilegio. Pero claro, la Facultad estaba donde estaba y la España de provincias e interior era lo que era en aquellos años,  digamos que  algo muy oscuro y triste, lo menos parecido a los vientos de modernidad que se respiraban en Europa ; así que aproveché mis buenas calificaciones ( algo refunfuño mi padre, zaragozano de pro) y pedí traslado a la Facultad de Derecho de Barcelona. Al menos, pensé,  desde el Mediterráneo, la cercanía a Francia y los aires de la ilustrada y entonces cosmopolita burguesía barcelonesa, me permitirían respirar de otra forma. Y no me equivoqué. En Barcelona acabé Derecho ( otro privilegio, Manuel Jimenez de Parga y Jordi Solé Tura en  la asignatura  de Derecho político)  y allí trabajé, una vez egresado, unos años como pasante en diversos despachos ejerciendo la abogacía.

Como estudiante, protestas  universitarias y luchas me saludaron solo llegar. Eran los años de  las postrimerías del franquismo, en una ciudad  industrial y comercial, que nada tenía que ver con la rancia y casposa España del interior, donde la teocracia, estilo Concilio de Trento, presidía hasta los actos más íntimos de nuestra vida. En aquella España  sin duda Barcelona se adelantaba a su tiempo, era la vanguardia de todo lo  que estaba por llegar después de  tan negro túnel.

El régimen seguía vigente, sí, pero los barceloneses ya  pensaban y sentían de otra forma en aquellos años a la espera de su final, en clave de ciudad abierta, llena de eclosiones editoriales, culta, tolerante y libre.  Y al lado de su puerto,  la belleza de su Barrio Gótico, La Rambla de las Flores, La Diagonal, el Paseo de Gracia o el Liceo y la Pedredera,  se tejía del centro hacia la periferia una red de diferentes y originales barrios entrañables, plagados de pequeños comercios originales, cafés, restaurantes y librerías desde Mayor de Sarría y Gracia  hasta Sants y la Barceloneta. Quizá, aquello fuera lo mejor de todo. Se trataba unos barrios, cada uno de ellos distinto, con alma e identidad propia que constituían un tesoro con sus propias particularidades del que sus vecinos disfrutaban, conviviendo y relacionándose en múltiples actividades.

Desde entonces- y han pasado años- he vuelto todas las veces que he podido a visitar Sarriá, El Clot, La calle Petrixol, Las Ramblas, el Restaurante 7 Puertas y otros muchos lugares, pero de un tiempo a esta parte, mis impresiones no han sido tan satisfactorias. Casi llorando, barajo la posibilidad de no volver, porque como dice la protagonista de la película "Esplendor en la yerba" de Elia Kazan, al final del largometraje " la belleza siempre permanecerá en el recuerdo". 

El turismo masivo, el negocio a costa de lo que sea y como sea, está acabando con la ciudad y como una plaga de langostas la está devorando. Aglomeraciones, franquicias y desaparición del pequeño comercio, ha robado el alma de la ciudad, su propia identidad y originalidad. Barcelona lleva camino de convertirse en un parque temático y son los propios barceloneses los que  ya no se reconocen en su entorno.Tengo amigos que procuran no traspasar las frontera de la Diagonal hacia el Mar y resignados viven refugiados en sus barrios ;  y aún así viven inquietos porque ven como la Marabunta, las termitas, el afán de lucro sin fin en forma de turismo masivo está tomando paulatinamente hasta la periferia de la ciudad. Pero lo peor ya no sólo eso, pues el mecanismo turístico está expulsando a los propios habitantes de su ciudad. El alza de precios, la especulación, el precio del alquiler y la burbuja sobre la que se ha lanzado el capital especulativo internacional está consiguiendo que, sobre todos los jóvenes, deban abandonar Barcelona. Hasta el alza de precios, está llegando a otras ciudades cercanas a Barcelona muy bien comunicadas con ésta, como puede ser Vilanova i la Geltrú.

No me extrañan las  noticias sobre  ataques a intereses turísticos de estos últimos días. Aparte de las personas,  en la defensa de su vida, los cuerpos sociales también tienen derecho a la legítima defensa.















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