La nueva dictadura, disfrazada de legalidad: nada ha cambiado

Summus ius summa inuiria, es la tesis de Cicerón que pretendió hacernos ver, que la estricta aplicación de la ley es la mayor de las injusticias.

Es lo que nos viene sucediendo en este desgraciado país de unos años a esta parte. La ley se viene  aplicando en su estrictos términos, en una lectura literal de la misma, desconociendo que cada norma debe interpretarse dentro de los principios que informan  todo nuestro ordenamiento jurídico y los derechos humanos, base de todas las constituciones de los países más desarrollados.

Me voy a acostar y leo en la prensa digital, que a instancia del PP del Ayuntamiento de Madrid, un juzgado de lo contencioso- administrativo de la capital, acaba de suspender cautelarmente un acto autorizado en instalaciones municipales, en el que se iba a celebrar un acto pro-referéndum  a cargo de una Asociación de madrileños  a favor de la consulta catalana a celebrar el 1 de octubre. 

Si ya  en Cataluña la requisa de papeletas en las imprentas, búsqueda de urnas por la Guardia Civil, registros en periódicos y prohibición de propaganda a favor de la consulta, nos lleva a recordar los Estados de Excepción de otros tiempos, la prohibición del acto ( un acto que se ampara en la libertad de expresión) a 500 ksm de esa región, es ya demencial.  ¿ Se habrá enterado este leguleyo que el derecho de reunión ni siquiera necesita de autorización administrativa, y para el de manifestación basta comunicarlo a la autoridad ?

Otro paso más en la deriva totalitaria que nos inunda: la lectura restrictiva de los derechos consagrados en la constitución, que ahora llaman " estado de derecho".

Es un nuevo  paso en este "revival" franquista que en forma de leyes, reglamentos y circulares nos inunda por todas partes. Nunca existió tanta producción legislativa y, dicho sea de paso, de tan baja calidad técnica. Antes había pocas leyes y claras, estaban bien redactadas y se comprendía el sentido de la mismas a la primera lectura. Hoy son legión las normas y reglamentos, que ya ni los propios jueces puede llegar a conocer y estar al día, ni siquiera con la informática; y además su calidad técnica es tan baja y chapucera, que rara es la norma que en el plazo de un año o dos, no ha sido corregida o modificada al menos tres o cuatro veces. LLega un momento que a estos textos resultantes se les denomina " consolidados". Lo que es un chiste, pues después de consolidados se vuelven a reformar. 

Dentro de este bosque legislativo y reglamentario, que es el paraíso de los burócratas, anidan los políticos y funcionarios, que en medio de la confusión acaban haciendo lo que les viene en gana. Si  un artículo de la norma fija un derecho o una obligación, el siguiente la reduce y finalmente aparecen cuatro cinco artículos más, que so pretexto de aclarar el embrollo anterior, generan aún más confusión, sin perjuicio de que quince  o veinte reglamentos más desarrollan sin orden ni concierto el texto primitivo. Con la confusión y la abundancia legislativa, hemos vuelto a la arbitrariedad. La ley, que nació como garantía de los ciudadanos- sobre todo después de la Revolución Francesa-  frente al poder arbitrario, hoy ya no es garantía de nada. 

Un policía puede ponerte una multa por cualquier chorrada, amparándose en conceptos vagos y difusos ; si tienes una inspección fiscal nunca gozarás de la presunción de inocencia y deberás demostrar, al contrario de lo que dispone la constitución, que no eres un infractor ( ejemplo :   si has prestado 200 euros a un amigo y éste comete el error de devolvértelos con un ingreso en tu cuenta corriente, pasarás a ser un defraudador automáticamente salvo que demuestres el préstamo, que Hacienda  calificará  como un servicio prestado sin factura en tu actividad habitual) y si te corresponde una subvención y te la pagan solo en parte, ese mismo funcionario no se molestará a la hora de redactar su resolución en motivar de donde viene el descuento y menos las razones que le llevan a deducirlo. Te la descuenta y punto.

Son sólo ejemplos, hay muchos más. Pero hemos llegado a un punto, con las modificaciones constantes del Código Penal, que cualquier opinión contraria a la legalidad existente (  como si la ley no pudiera cambiarse o modificarse)  puede ser calificada de apología  de terrorismo o de algo ilícito. 

Y lo peor de todo es que este estado totalitario, axfisiante avanza por momentos   gracias a la resignación de las gentes que repiten como un mantra la frase " esto es lo que hay"; la completa alineación que sufre la población, dirigida por unos medios de comunicación en manos de no más de seis familias, y el continuo pan y circo   con  que nos entretienen- disfrazado de cultura- desde las instituciones públicas. 

Ala edad de 27 años  viví la muerte de Franco y sé lo que es haber vivido un mundo en que se hacia difícil respirar ante la falta de libertad. Ahora el sistema ha perfeccionado sus procedimientos de dominación, hasta lo mas cotidiano y simple. Y lo ha hecho escudándose en una legalidad, que nadie entiende y vulnera hasta el más elemental sentido común y concepto de justicia,  con una aplicación estricta y rigurosa de la ley, contraria a cualquier principio democrático. 

Vuelvo a tener la la misma sensación que tuve en mis años jóvenes. Nada ha cambiado.